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EL SILENCIO DE LOS INOCENTES
El silencio, como mecanismo que mantiene y perpetúa el abuso sexual infantil, en sí mismo es una defensa y va acompañado de carencias psíquicas que, cada vez que se repite el abuso, el niño/a no está reconocido como tal; hay una carencia primaria traumática emocional.
De acuerdo a los datos recogidos de los diferentes organismos estatales encargados de la Infancia, plantea que cuando el niño/a no habla o perpetua el silencio frente al abuso sexual, lo hace por miedo a las amenazas y dependencia afectiva que mantienen con el abusador, generalmente el niño/a teme que si cuenta no le van a creer, o le van a culpar de lo ocurrido. Se sienten responsables y avergonzados. Los niños callan en el entendido que no recibirán ayuda, esta situación puede llegar a confundirles y favorecer la disociación, pensando que lo que les sucedió no ha podido ocurrir en la realidad. Esto podría explicar por qué algunos niños no pueden hablar en busca de ayuda y defenderse ante el abuso.
Por otro lado, el abusador le impone al niño/a “el silencio” sobre el abuso, silencio que es un secreto compartido con el abusador, donde el niño es obligado a no contar, a callar, por imposición de quien ejerce poder sobre él, que generalmente lo amenaza de dañar a los padres o familiares, si habla o cuenta del abuso.
A menor edad del niño/a "el silencio" procede de un no hablar porque se trata de algo que es innombrable y que, son vivencias, percepciones sin representaciones, incomprensibles para él. En otros casos los niños/as no hablan porque no confían en que puedan ser entendidos ni ayudados (desamparo). En otras situaciones funcionan disociados, saben pero no saben, utilizando el mecanismo de renegación. El niño calla además por angustia, confusión, al no entender que aquella misma persona que lo cuida, también le ocasiona dolor; puede reconocer en forma paulatina lo impropio del contacto y sienten retraimiento por ello.
Hay variaciones en las respuestas en relación al silencio, y al hablar sobre abuso sexual infantil debemos considerar la edad del niño/a: Un preescolar en su primera etapa no tiene instaurado los "diques del tabú" y no puede discernir si hay algo que está mal en los actos abusivos, ya que provienen de quienes tienen el rol de cuidarles. Entonces todo lo aceptan, hasta que años después, lo pueden resignificar como sexual por los valores incorporados por la cultura.
Por lo general los niños/as abusados rompen el silencio con actos como: en hacer a otros niños o a adultos, lo que les hace el abusador a ellos. Sin embargo, no lo hacen con el propósito de denunciarlo, sino que repiten el acto por considerarlo normal. Otros en lugar de esas actividades pueden presentar diferentes síntomas que, alertan a los padres o cuidadores de que algo les está sucediendo. Sin embargo, un latente sí, comprende lo que está pasando y sabe que hay prohibiciones, pero también puede callar.
Cuando el niño logra develar, muchas veces no se le cree, se desecha el hecho. Por la via del ejemplo, una madre puede dudar del discurso de su hija/o, quizás por haber sufrido ella abuso sexual en su infancia y que no ha superado. Se da de este modo la transmisión transgeneracional del abuso sexual. Cuando en una generación algo no es hablado (por angustia, vergüenza, temor) queda como lo inconfesable, y pasará a la generación siguiente como innombrable y a la tercera generación como impensable.
El secreto familiar es aquel que los integrantes de la familia guardan celosamente; es algo que conocen, esta latente en las vidas de los integrantes del sistema familiar, pero seoculta, y en otros casos se mantiene por el mecanismo de defensa de la renegación.
Podemos resumir entonces que, las razones para el silencio son:
• El niño/a no tiene edad suficiente para comprender lo que está ocurriendo.
• El niño/a no sabe expresar con palabras lo sucedido.
• El niño/a ha sido chantajeado o amenazado para no hablar.
• El niño/a manifiesta muchas veces vergüenza o culpa.
• El niño/a se siente cómplice del abusador o que han provocado los hechos.
• El niño/a piensa que nadie les va a creer o que van a ser castigados por lo sucedido.
• El niño/a, al momento de la comisión de la agresión sexual, experimenta procesos de shock emocional, paralizando el despliegue de recursos como para resistir la agresión, generar conductas de huida o a contar lo sucedido.
- Guía Clínica, Atencion de Niños/as y adolescentes, víctimas de abuso sexual. UNICEF/MINSAL, año 2011
- Barudy Jorge, Neuropsiquiatra. "El Dolor Invisible de la Infancia". Paidos 1989.
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No es habitual que los niños develen el abuso sexual a que están sometidos, y muchas veces pasan años antes de que puedan romper el silencio. Esto se explica porque se da en un largo lapso de tiempo, y además, porque el niño mantiene por lo general un vínculo afectivo con el abusador. Por otra parte, el niño puede generar como mecanismo de defensa la renegación, la disociación de la realidad, sin mencionar la existencia del obstructor.
El criterio más importante para configurar una sospecha de abuso sexual infantil, es el que devela el niño/a, es decir, el relato parcial o total entregado por la victima a un tercero. Por lo general, los niños/as no reportan abusos sexuales cuando estos no existen. Sin embargo, el relato espontáneo, se presenta de modo muy poco habitual. Por tanto, la única posibilidad de detección de una posible agresión sexual, es estar atentos a las señales o manifestaciones conductuales y psicológicas que puedan presentar los niños/as y que, tiene menor especificidad respecto de algún tipo de agresión sexual y que, varían según la etapa evolutivo del niño/a.
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El abusador sexual está siempre de “caza” atento a su siguiente víctima (niño/a), pendiente de cada mirada, reacción o sonrisa del niño/a, esperando la señal de confianza que le permita aproximarse sin levantar sospechas, para llevar a cabo su bestial delito.
Al no existe una única categoría de abusadores sexuales, ni un perfil claro, ni una única motivación que guíe su conducta, habría que hablar de características y factores asociados, evitando caer en generalidades. El abusador puede presentarse como una persona completamente normal, y no mostrar ninguna característica que haga suponer lo contrario; parecen integrados socialmente, suelen tener una gran capacidad de persuasión, por lo general, presentan distorsiones cognitivas, dificultades en el desarrollo de empatía. Tienen una personalidad inmadura, problemas de relación o sentimientos de inferioridad que no les permite mantener una relación amorosa adulta e igualitaria, son sujetos con trastornos narcisistas y frágil autoestima. Existe un tipo de abusador que no se casa, viven solos o bien viven con sus padres. Si llegan a casarse, por lo general, es para encubrir su estilo de vida y crear una coartada.
Una de las conductas propias de los agresores sexuales es la de no responsabilizarse de los abusos que cometen. Algunos depositan la culpa en la víctima, aduciendo que fue la niña/o quien los sedujo, otros invocan que es su forma de demostrar amor y cercanía al niño/a que se encontraba carente de afecto.
Los agresores sexuales son personas expertas en la manipulación y muy hábil para entrometerse en la familia del niño/a, una vez que lo ubica como su nueva víctima, poco a poco van construyendo una relación de confianza con el niño/a y la familia hasta lograr alcanzar su objetivo. Se concentran en los niños porque pueden controlarlos y dominarlos, tienen especial habilidad para identificar niños vulnerables, lo que les permite sentirse poderosos a través del control ejercido sobre él, algo más complicado que si se tratase de adultos.
Los abusadores sexuales son heterogéneos en los tipos de personalidad y psicopatología. Pueden o no tener trastorno de personalidad y si lo hubiera es principalmente del tipo limítrofe, presentan dificultad en el control de impulsos y en alcanzar relaciones de intimidad. En el caso de violadores es más frecuente el trastorno de personalidad
CARACTERISTICAS DEL PEDOFILO:
El Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales de la Asociación Psiquiátrica Estadounidense (American Psychiatric Association) describe tres rasgos del pedófilo:
a) La materialización de la pedofilia: no presenta una única cara; la atracción erótica que algunos pedófilos sienten por los niños no se traduce necesariamente en actos sexuales completos. El pedófilo puede limitarse a desnudar al niño/a y a mirarlo, a exhibirse, a masturbarse en su presencia, a tocarlo con delicadeza y a acariciarlo. Puede convencer al niño/a para que a su vez lo toque y así sucesivamente.
b) Cognitivamente el pedófilo: se caracteriza por no considerar inapropiada su tendencia o conducta, por lo que no suele presentar sentimientos de culpa o vergüenza; en ocasiones, incluso, apelan a la seducción del menor como causa de la misma o a que su comportamiento se puede entender como una forma de educación sexual a los niños/as.
c) La personalidad del pedófilo: es polimorfa se pueden distinguir dos grandes tipos de pedófilos: los primarios y los secundarios o situacionales:
• Los primarios: muestran una inclinación sexual casi exclusiva por los niños y su conducta compulsiva es independiente de su situación personal. Se trata, clínicamente de pedófilos en un sentido estricto del término que, presentan unas distorsiones cognitivas específicas: consideran su conducta sexual como apropiada (no se siente culpables ni avergonzados), planifican sus acciones, pueden llegar a atribuir su conducta a un efecto de la seducción por parte del niño/a o pueden justificarla como un modo de educación sexual para este.
• Los secundarios o situacionales: estos se caracterizan por que su conducta viene inducida por una situación de soledad o estrés (en estos casos, la experimentación de relaciones sexuales con niños/as suele ser un medio de compensar la baja autoestima o de liberarse de cierta hostilidad). No son estrictamente pedófilos, en tanto que su inclinación natural es hacia los adultos, con los que mantienen normalmente relaciones problemáticas (impotencia ocasional, tensión de pareja...); solo recurren excepcionalmente a los niños/as y lo hacen de forma compulsiva, percibiendo su conducta como anómala y sintiendo posteriormente culpa y vergüenza.
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