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 La Familia, fundada sobre la unión, donación, complemento y entrega afectiva, entre un hombre y una mujer, abierta a la transmisión de la vida, se realiza en la aceptación del don de los hijos. La familia está abierta y dirigida al desarrollo pleno de las personas. El fin de la educación familiar es la integración de cada persona en la sociedad. Por eso la familia, con un valor en sí misma, por ser comunidad de vida y amor, enriquece, además, a las otras comunidades con la aportación libre de sus miembros.

El cometido original e insustituible de la familia es el fundamento de la sociedad, “la familia es el sistema primario de la ‘humanización del hombre”, confiándole el crecimiento, desarrollo y formación de este. En su doble función, en la familia radica la tarea de constituir un hogar y la de formar a las personas capaces de servir a la sociedad. La primera dimensión mira hacia dentro de la familia, mientras la segunda lo hace hacia fuera de sí misma. Todo ello hace que la familia deba ser reconocida como una auténtica entidad social.

Pero no finaliza ahí la contribución esencial de la familia. Le corresponde también un quehacer propio hacia fuera de sí misma. Como compromiso ineludible de su condición de fundamento de la sociedad, le concierne también la tarea concreta de actuar y tomar parte, en forma activa y espontánea, como familia y en cuanto familia, en la vida de la sociedad. Es fundamental que la familia sea consciente de esa misión y que sepa defenderla como derecho y valor social al mismo tiempo. Para ello, se estima necesario un trabajo comprometido y consciente por parte de las instituciones dedicadas al trabajo en familia y con familias.